AGOSTO
Caminaba por la acera con cautela a cada paso, sentía mi mejilla punzar y mis ojos arder, sin embargo intentaba mitigar las lágrimas para poder ver a traves de la oscuridad. Era tarde, pero aún tenía tiempo de llegar antes que se preocuparan por mí, lo que realmente me tenía alerta era la zona en que me encontraba, no era precisamente el vecindario con mejor reputación en la ciudad, así que me mantuve lo más atenta posible a cualquier sospechoso.
Me decía a mí misma “Nidia avanza rápido”. Pero por más que me apuraba sentía que no llegaría lo suficientemente rápido para quitar la ansiedad que sentía debido a la oscuridad.
Cuando finalmente llegué a casa las lágrimas se habían secado en mi cara, ni siquiera me había dado cuenta que hubiese soltado esas lágrimas en el camino; lavé mi rostro para quitar los restos de tristeza y noté que la mejilla derecha estaba empezando a hincharse, no mucho ya que el golpe no fue fuerte pero era notable, lo dejé así y fui a recostarme, después de todo había caminado poco más de media hora para escapar de aquél lugar, eso sin contar las cuadras que tuve que correr.
Tomé uno de mis libros y comencé a leer, era de nuevo esas historias de vampiros tan irreales, la chica se enamora y él se siente totalmente loco de amor por ella, claro nadie sabe porqué se enamoraron pero así es, tonterías de literatura barata. Tomé entonces otro libro y lo abrí a la mitad, era mi libro de fantasías, magia y luchas interminables, lo había leido varias veces en mi adolescencia y aunque me parecía entretenido en aquel entonces, ahora me parecía un montón de tonterías de niños. Dejé eso de lado y tomé “El Mesías”, una historia que no terminé de leer por decidia, lo abrí en la página que dejé marcada y comencé a leer; describía crudamente una matanza realizada en tiempos de Jesucristo por los romanos, todo visto desde el punto de vista de un pequeño niño apenas grande para entender, por supuesto el pequeño Jesús; me parecía interesante la forma en que la autora presentaba al que podría haber sido el Mesías y decidí seguir leyendo, sin embargo no había ni pasado unos quince minutos cuando escuché la puerta de entrada abrirse.
Me levanté de mi refugio en el sillón de mi cuarto y abrí la puerta para ver llegar a mi padre, no obstante tuve al instante la idea de que se molestaría si veía mi rostro hinchado, me haría preguntas y seguro que me gritaría un tanto, tuve miedo y voltee el rostro para evitar que lo viera, cual fue mi sorpresa cuando mi padre pasó justo junto a mí sin mirarme, saludó verbalmente como de costumbre y siguió su camino hacia el cuarto donde cerró el pestillo y no volví a verlo en toda la noche.
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Al día siguiente todo parecía más tranquilo, había llorado otro poco durante la noche pero solo habían sido unos cinco minutos antes de caer dormida en mi cama. Me dije a mí misma que el día no podía ser tan malo, después de todo las cosas se calmarían, solo no sabía cuándo; decidí no responder a mi novio sus llamadas, ni mensajes, ni atenderlo si es que iba a mi casa, es verdad que lo amaba pero no iba a permitir sus abusos contra mí. No era la primera vez que recibía un golpe de alguien que dijese amarme, por tanto sabía que la primera vez había cometido un error al perdonar de inmediato, no estaba pensando aún en perdonar a mi actual novio, pero digamos que le daría una oportunidad sólo si se lo ganaba debidamente. Mientras tanto tenía toda la semana para ignorarle hasta cansarme, eso lo haría recapacitar y replantearme a mí si le quería perdonar, por ello no tuve prisa en hablar con él ni en pensar mucho más en el asunto.
Era Martes, y como todos los Martes debía prepararme para llegar a la escuela a las 8 de la mañana, debía tener clase con esa maestra que tanto me fastidaba, no hay que malinterpretar, no es que la maestra no me cayera bien, solo me ponía los nervios de punta su clase. Estuve lista pronto y tomé el automovil para llegar a la Universidad, claro que primero debía llevar a mi hermano a la Universidad que estaba frente a la mía, normalmente era ese pequeño detalle el que me hacía llegar tarde a mis propias clases.
Comenzó el día y llegué apenas a tiempo, la maestra ya había comenzado su sesión de tediosa teoría sobre el marketing y aunque era interesante no era mi máximo estudiar teoría sobre nada, prefería siempre algo más práctico. Mientras ella explicaba saqué mi maquillaje y miré mi rostro, al parecer el golpe había sido muy leve por lo que no se notaba casi en mi rostro, un poco de maquillaje lo cubrió al instante y no hubo problema, nadie lo notó en todo el día.
Los días en la escuela eran divertidos aunque no siempre fueron así, en la preparatoria ir a la escuela era una especie de castigo, yo era bastante cerrada y mis compañeros no eran precisamente los más agradables; ahora en la Universidad todo era más ameno, las personas eran más maduras y las materías más acertadas a lo que de verdad quería estudiar, claro todo esto con pequeñas excepciones.
La Universidad fue una gran oportunidad para ayudarme en mis relaciones interpersonales con otros, nunca había sido muy abierta a convivir por lo que intentaba que esta vez fuese distinto y así fue, llevaba estudiando tres años la carrera de diseño gráfico y me había relacionado bien con una compañera. Su nombre era Amira y era muy parecida a mí cuando tenía su edad, cabe mencionar que yo era dos años mayor que ella debido a algunos retrasos en mis estudios profesionales y aunque no era mucha la diferencia se notaba a primera instancia que ella venía de la preparatoria al entrar a la carrera.
Fuese lo que fuese mi relación con ella se estrechó al punto que parecía que hubiese encontrado a mi hermana, ¿mencioné que quería una hermana cuando era más pequeña? Pues bien, había tenido dos hermanos más pequeños que yo pero ninguna hermana, y aunque no precisamente la buscaba siempre quise tener a alguien a quien poder apreciar de esa manera. En cuanto a nuestra relación todo era normal entre ella y yo, al menos tan normal como pueden ser un par de locas diseñadores en sus tiempos libres; ayudarnos en cuestiones académicas resultaba en grandes proyectos para ambas, ya que parecíamos complementarnos muy bien. En cuestiones de gusto coincidíamos en algunas cosas y en otras no pero siempre salíamos adelante con eso, la comunicación era la base de una buena relación y aunque tuvimos un par de percanses nunca fue suficiente para separarnos.
En fin, todo esto eran mis días en la escuela desde que entré a la Universidad y este Martes no fue distinto; terminó la clase y como de costumbre nos dirigimos a la cafetería de la escuela a buscar algo para comer, esperé a Amira en la puerta y fuimos directo a dónde siempre vamos primero, al baño; siempre dicen que las mujeres se acompañan al baño y nunca he sabido por qué, simplemente lo hacemos.
Conseguimos algo de comer y en la mesa de la cafetería nos esperaba Lean, aquel muchacho siempre me había parecido muy extraño, sobre todo porque siempre parecía tan seguro de sí mismo, no le daba mayor importacia y sin embargo últimamente habíamos comenzado a hablar más, nada muy profundo o importante simplemente hablabamos más.
-Entonces ¿irán a mi fiesta de cumpleaños? – pregunté de repente, había preparado una fiesta para dentro de una semana, justo el día de mi cumpleaños y esperaba que pudieran ir.
- ¡Obvio Nidia! ¿Por qué me lo iba a perder?– respondía Amira.
-Yo no lo sé – dijo pesadamente Lean, siempre huía a las fiestas y esta no sería la excepción.
-Anda vamos, no seas aguafiestas, además necesito quien me dé un aventón ¿sí? Anda dí que sí – decía ella animadamente.
-Ya veremos – respondió como para dejarnos satisfechas a ambas, pero por alguna razón pensaba que no llegaría, después de todo, quién era yo para él sino una compañera más.
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